El imparable ejército de clones del alga asiática invasora que arrasa el litoral español
El ejército de algas Rugulopteryx okamurae, una especie asiática invasora a la que se detectó en 2015 en Ceuta, avanza imparable por el litoral, produciendo clones a miles y machacando la biodiversidad. La extraña, originaria de las costas asiáticas del Pacífico, llegó a Tarifa y Algeciras un año después para asentarse, y ahora “su presencia se ha detectado en todas las comunidades con litoral, excepto en Baleares”, señala María Altamirano, catedrática en Botánica de la Universidad de Málaga y vicepresidenta de la Sociedad Española de Ficología, que estudia las algas.
Su avance sigue implacable y sin dar muestras de desfallecimiento, empujada por su capacidad de adaptación y de reproducción. Un solo individuo es capaz de formar hasta 600 nuevos y en las praderas de posidonia, el equipo de la científica ha estimado que puede haber entre 1.000 y 3.000 en un metro cuadrado. Y aunque no acaban con la posidonia, al menos a corto plazo, arrasan con toda la rica comunidad asociada a estos hábitats. “Es como si un bosque se quedara solo con los árboles”, describe la bióloga.
La especie se mantiene por mecanismos clónicos, no se ha observado una reproducción sexual. “A las plantas les crecen cientos de pequeñas en miniatura encima, que se sueltan y forman otras nuevas algas, como si fueran pequeñas personitas, y así en bucles asexuales que ocurren seis veces al año”, describe el ciclo Altamirano. En su área nativa, sin embargo, un nuevo individuo tarda dos años en formarse.
“No hay fondo de mar suficiente para albergar semejante carga de alga”, advierte Altamirano. Esta certeza les lleva a pensar que buena parte de los nuevos individuos que surgen no llegan a fijarse al fondo y forman las ingentes cantidades de biomasa ―conocidos como arribazones― que acaban en la playa y provocan un gran impacto socioeconómico. Solo en el municipio de Tarifa (18.600 habitantes), uno de los lugares más afectados, la Junta de Andalucía estima que los costes de retirada y disminución de las capturas de pesca llegan a los tres millones de euros anuales. En esta comunidad, la presencia del alga se ha detectado desde Punta Negra (Almería), el punto más oriental, hasta Puerto Sherry (Málaga), la localización más occidental.
“El año pasado fue horrible, quitamos 12.500 toneladas del alga, porque todo lo que sale del mar se considera un residuo sólido urbano y la limpieza es obligación del ayuntamiento”, confirma Ignacio Trujillo, coordinador del Área Desarrollo Turístico y Cultural de Tarifa. Otro de los problemas es que no conocen el momento en el que van a salir y la cantidad no es controlable “por lo que no podemos hacer una previsión”.
A este impacto se suma el de los pescadores. “Es para ver como sacan las redes, muchas veces tienen que romperla”, apunta Trujillo. “En 2015, los compañeros que se dedicaban al trasmallo y al palangre de fondo se dieron cuenta de que había un alga nueva, pero nadie de la Administración hizo caso”, explica Manuel Suárez, pescador, armador y presidente de la Cofradía de Pescadores de Tarifa. Añade que hasta que no ha afectado al turismo y a la hostelería, no han empezado a preocuparse. “Pero ya se había ido de las manos”.
Para poder seguir pescando utilizan aplicaciones informáticas que localizan los lugares con “menos viento, menos corriente y, por lo tanto, menos algas”. Pero, aun así, sus jornadas de pesca se han reducido. “Esto es una bomba, un desastre ambiental peor que el Prestige. Se pesca menos porque el alga asfixia a las especies y se van a otras zonas”, explica. Lo único que les hace aguantar es la temporada de atún, porque se captura en superficie donde no hay algas, por eso piden más cuota. “Pero en el suelo está cubierto de campos de fútbol de algas y los arrecifes y rocas también están cubiertos y no se ven”.
Dentro de los efectos negativos, la Consejería de Sostenibilidad y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía apunta a que afecta a especies demersales (rodaballos, rapes, lenguados...) y altera “drásticamente” el hábitat por la cantidad de algas en suspensión que reducen la transparencia.
Es la cuarta ocasión en la que una alga invasora arriba a la zona del Estrecho de Gibraltar. “Hubo otras tres invasiones virulentas, que dejaron el sistema muy afectado y seguramente allanaron el camino a Rugulopteryx“, explica Altamirano. Algo que continuará sucediendo, añade, ”mientras en el Estrecho sigamos recibiendo grandes mercantes que llegan de Asia directamente y no se controlen adecuadamente las aguas de lastre [el agua que se bombea a los tanques de un barco para mantener su flotabilidad y estabilidad] como es obligatorio”.
El convenio BWM de la Organización Marítima Internacional exige que esta agua se cambie en mar abierto, a 200 millas marinas de la costa y a una profundidad de al menos 200 metros. De esta forma, sobrevive un número menor de organismos y se evitan nuevas introducciones de especies exóticas.